jugamos hasta que nuestro Corazón palpitó
un mismo latido que la Vida imprimió
y quise que fuese eterno.
Los golpes en el pecho
que la noche alborotó
tu mano fresca y el soplo
que en tu Cuerpo deslizo.
La timidez que nos alejó,
las Cosquillas
pretextos que impulso
a tu perfume en mi alma impregnó
y tus labios la marca que en mi Vida motivó.
Y quise que fuese eterno.
MANUEL SALAZAR L.
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